13 enero 2010

Propósito de año nuevo

Por fin han acabado las comilonas, cenas, copitas de rigor y alguna por placer, los aperitivos opíparos, los gastos excesivos en juguetes que nunca tuviste (y que ahora soltero y sin críos compras) y sigue haciendo el mismo frío que ayer, así que tal vez sea un buen momento para recapitular un poco por encima el año pasado (a mí estas cosas me gusta hacerlas en Septiembre, copitas incluidas):

Hemos visto como unos asesinos se rien de los cuerpos de seguridad del Estado, como el pueblo condena a alguien porque lo dice un programa que se parece más a Gran Hermano que a un noticiario, como unos viejos fusiles oxidados en barcas de madera ponen en jaque a flotas militares internacionales; como el premio Nobel ha dejado de significar un cambio sustancial en la Humanidad a un ir por la vida diciendo que vas de buen rollo, como los impuestos han dejado de ir al bienestar social para sustentar el sistema que él solito ha demostrado caerse por su propio peso y alimentar a los bancos que nos dan crédito para poder publicar ingresos milmillonarios y seguir sin dar esos créditos (recaudar del pueblo es más fácil).
A un nivel más personal, creo que el año pudo empezar en el caluroso Londres o tal vez hace una semana (a veces me falla la memoria a corto plazo). Así que no haces propósitos estúpidos, te gusta tu apartamentito de alquiler y algún día el microondas volverá a funcionar, mientras el grifo de cerveza siga siendo el más estoico de mis electrodomésticos y se lleve bien con la plancha de los chuletones todo irá bien...has perdido unos kilitos que te sobraban y más o menos te sientes en forma, hasta te sientan bien las camisas. En diferentes sitios te tachán de "habilidad comunicativa con oportunidad de mejora" o bien de "cabrón frío e insensible", pero insisto, sólo refiere a mi don de gentes interpretado por cánones convencionales. Todo esto cambia con una copa de vino y algo de Puccini (a veces oigo a Verdi), hasta descubres un buen bar de rock cerquita de casa, todo va viento en popa y la última camisa que te regalan te sienta como si fueras un hombre (no un postadolescente), de hecho mucho mejor que la que te compraste tú. De repente y con casi todo el viento a tu favor, o más bien con ventisca en contra pero una sonrisa y amabilidad que no vieron los más antiguos del lugar decides practicar la sociabilidad (principio de debilidad) así que departes con desconocidas (decides cambiar a gin tonics, mejor digestión y curan las rozaduras) y conoces a seres mitológicos (más majos ellos). Sigues en esa racha de amabilidad y de buen rollito (no de decir que vas de buen rollito, sino de ir, caso contrario ya tendría un Nobel) y un mal día te pones la camisa para ir a trabajar y llegas tarde a casa, al día siguiente te pones la otra, la bonita y llegas muy tarde a casa y con una sentimiento bastante jodido, un día más y apareces en casa con la sensación de haber perdido tu elocuencia y tal vez partes de tus principios. Afortunadamente es miércoles y alguien no te falla A. D. ya abierto y que hay que disfrutar y el amigo House, a quien, válgame el Teorema de conservación del momento lineal, me encuentro dispuesto a hacer de niñera. Tras todo ésto he decidido no renegar del vino blanco y aprender algo de él, puede que sonreir algo más...