27 diciembre 2012

Breve ensayo sobre el misticismo y lo terrenal


     ( La siguiente entrada puede resultar ofensiva y aunque los hechos que en ella se narran están medianamente documentados tienen un claro enfoque desprestigiador)

     Desde siempre nos han llegado las historias de personajes y/o personas que abandonaron un mundo de comodidad relativa y moderadas posesiones de bienes para dedicarse a fines más místicos (del griego mystikós, misterioso, y no es para menos). Desde San Francisco de Asís célebre por las generosas propinas que daba a los hosteleros (esos sí que son santos) como a los juglares de la época, hasta que un místico día oyó “una voz” (comienza el misterio) durante un viaje a Apulia (recordemos que su padre era un burgués comerciante) que le instó a volver a Asís (parece ser que la voz ya sabía de su futuro apodo) donde sus amigos y compañeros de corredurías observaron un comportamiento extraño en él, como enamorado dirían alguno de sus colegas, poco después de convivir con los leprosos (es de resaltar que comunicó a sus amigos que sí se trataba de un mal de amores y se casaría con la más bella de las mujeres inalcanzable para ninguno de ellos, aunque por lo que resta de su biografía cabe esperar que su afición al vino vivía un punto álgido cuyos daños se anunciaban irreparables) se observó en él un cambio aún más profundo (siglos más tarde se describiría un fenómeno diametralmente opuesto, el Mal de Stendhal) ya que dedicó su tiempo a cosas mucho menos materiales como restaurar sólidas iglesias reconstruir livianas capillas  y malversar, perdón, ceder, el siempre espiritual (pues venía del padre, que no de El Padre) dinero a los pobres (ésto último sin documentar, sólo se sabe que volvió sin un florín) causa esta que generó cierto malestar a su material padre que lo llevaría ante un tribunal donde, de ahora en adelante, Paco se despelotó ante el juez proclamando a dios como su verdadero Padre, siendo el Obispo quien lo cubrió con su manto, hecho, que lejos de interpretar para no resultar tendencioso dejaré a la imaginería del lector. Después de aquel, como mínimo curioso hecho, Paco entró a dar servicio a la gran comunidad cristiana construyendo, restaurando y atendiendo a leprosos, aunque parece ser que lo etéreo de las construcciones no tenían un soporte fiduciario suficientemente espiritual que llevó a nuestro viajero a fomentar la limosna con gran pasión, es lo que tienen los místicos, pasión a cascoporro…
     Así pues, quiso el hombre que ahora nos ocupa que el papa de la época le diese audiencia de cara a promulgar su primera norma, eran tiempos difíciles para la Iglesia, bueno, y para los leprosos en general. Fue a través del obispo Guido como consiguió audiencia con Inocencio para poder formalizar su hermandad de pobres (risa les hubiera dado a los mendigos de la época, pero nuestro hombre era terco, y por lo visto sabía más bien poco de finanzas). Durante su estancia en Roma decidió pagar la pensión en la que se alojaba con peces en vez de con monedas, su ánimo revolucionario era insaciable, al parecer como el hambre diaria de cualquier comensal, básicamente a partir de aquí se le va la pinza y muere tras escribir un testamento ya que  tenía serias desconfianzas sobre la continuidad de la orden que había fundado y estaba profundamente enfermo. Cabe resaltar en estos tiempos convulsos para las creencias que fue ésta la figura de la iglesia cuyo comportamiento más asemejan al de Jesús por su desprendimiento y amor a los animales, y aunque la figura del pesebre seguramente fue anterior a él, fue Paco quien la popularizo (hasta que Raztiger metió las narices, nunca dejes a un ex SS meter mano en tu creación, y ésto no es un chiste sobre la creación del Señor y los experimentos del "doctor" Menguele)

      Cambiemos pues a un mundo un tanto menos creyente, o mucho más en lo que al número de dioses concierte. Diógenes de Sinope, un hombre que renunció a todo y pasó a vivir en una tinaja sin más posesiones que un báculo, un cuenquecito, un manto y algo de mala leche. Y lo del cuenquecito fue tempora,l pues cuando vio a un niño tomar el agua de la lluvia con las manos éste se dijo a sí mismo que aún poseía cosas superfluas y lo tiró. Uno de sus episodios más lúcidos y lucidos resultó cuando tras perder a su esclavo, que escapó (en aquella época la austeridad absoluta era relativa) se dijo “si Manes (su esclavo) puede vivir sin Diógenes, por qué Diógenes no va a poder vivir sin Manes” y aunque la pobreza no es igual de mística sin esclavos nuestro hombre salió adelante ante las risas y críticas de sus coetáneos, incluida una famosa reprimenda en el Ágora a la que el austero contestó con un “Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil” se estaba masturbando Y es que desgraciadamente el hombre que añadió la coletilla de “con uñas planas” a la descripción platónica del ser humano era un místico en toda regla (recordemos la definición) y un tío con bastante labia, sus tripas estaban sujetas a las necesidades terrenales (absteneos del anterior alivio si lo que tenéis es hambre, es sólo temporal, por lo que me han contado)

Como mi intención no es extenderme mucho narrando los hechos de los místicos que en el mundo han sido, de momento no continuaré narrando detalles pues nos perderíamos en lo vanal de la narración, y como Diógenes, hemos de centrarnos en lo importante: en ambas vidas se observan coincidencias: amor a los animales (Diógenes vivía con unos perros), renuncia a las fortunas y bienes lícitos y hacer cosas raras, luego místicas (recuerden este argumento ante un juez si alguna vez deciden seguir este camino). En ambos casos el desprendimiento de sus riquezas no responde a una finalidad en sí, sino a la elección de un camino no pervertido por los medios y la obsesión en conseguirlos (recordemos que Paco festejaba la limosna), es decir, eliminar las posibles distracciones que entorpecían su obra, la construcción románica sobre terrenos recalificados  y en el de Diógenes tocarse en público para dar a entender la consecuencia de su afirmación “el amor es el negocio de los ociosos” De estas coincidencias destacaremos la necesidad de lo terrenal, pero sin perderse en el camino para encontrarlo, para Paco, ladrillos y limosna y para Diógenes, la eyaculación y el alimento, en el caso de Paco no queda muy claro que que su ánimo albañileril fuese interrumpido por sus intestinos
(continuará...)