28 noviembre 2009

Miércoles noche y prejuicios


El miércoles es un día, como cualquier otro, magnífico para tomar unas cañas con los amigos, salvo que una molestia en la garganta te haya quitado la voz y comience a impedirte ciertos movimientos del cuello, en cuyo caso lo primero que debes comprobar es que tienes siempre un boli a mano y toda tu documentación, los caminos del señor son inexcrutables. En un acto de constricción supina y de humildad total decides ir al médico, aunque para algunos ya era tarde y tomamos la decisión de ir a urgencias, que siempre mola más, aún cuando queda algún resquicio de pánico a la Gripe A, que debe ser como pasar hambre o ser feo, porque en seguida nos apartaron a otra sala y me pusieron una etiqueta con el nombre de una mujer, todo esto sin poder hablar. En cuestión de media hora había pasado de ser un aguerrido almacenero a una muchacha con gripe A y es que las explicaciones sin voz quedan un poco faltas de contenido, en otros cinco minutos conseguimos deshacer la confusión y dejo de ser una muda transexual a un varón con una infección de caballo en la garganta (si es que estos animales sufren dichas infecciones), unos chutes, unas vías, urbasón, omeoprazol, amoxicilina y unos sueros para animar el cotarro y me comentan que pasaré la noche con ellos, por lo visto mi compañía les resulta grata y yo con mi voz recuperada estoy desesando departir amablemente con los médicos, me comentan que me llevarán a boxes, fantástico, pienso, esta buena gente es conocedora de mi afición al motociclismo y de mi espíritu competitivo, quien lo iba a decir de la Seguridad Social. Para mi sopresa de dejan tirado en una minicamilla rodeado de cortinas de plástico a su vez rodeadas por más aficionados a esto del "box" que maldita la gracia que empezaba a tener...Gente con muy mal aspecto (no deberían dejar salir a la gente de casa en ese estado y otros más tranquilos) Cuando todo empieza a calmarse y por fin me apagan la luz trato de echar una cabezadita para poder saludar con la mejor de mis sonrisas a las enfermeras, pero el intento se queda en eso, en frustración por la llegada de alguien con más química artificial en el cuerpo que el centro de trabajo de Hommer Simpson, decía que oía gente, que le seguían y que un tío con barba le amenazaba con estrangularle si no se callaba (vale, sí, me aproveché de que estaba atado, pero sus gritos empezaban a pertubar mi sueño y el de mis compañeros enfermitos). A la mañana siguiente más pinchazos, servidos en la camilla, eso sí, pero ni un maldito café, te pasan a planta y aquello te parece la mejor suite del Ritz, salvando que no puedes salir en bolas del cuarto de baño porque tus enfermeras se sientan justo delante y la puerta de tu habitación se abre sola
Conclusiones: al más mínimo indicio de enfermedad automedícate pronto y con todo lo que puedas. Si decides ir al médico para lo que sea, pasa antes por el Opencor y compra de todo: revistas, chuches, bocadillos, libros, pelotas de goma. Si dudas entre la enfermedad o una noche de juerga pasada de farra con el enfermito de la cama de al lado, tómale por yonki, alivia mucho más insultarle. Sé amable sólo con las enfermeras que traen comida y pijamas, el resto sería desperdiciar recursos.


4 comentarios:

  1. no desperdicies nada, y arregla tus ignomiosas faltas de ortografia, dame sexo y quedaremos en tablas....

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  3. Puestos a corregir "Mata doesn´t win"

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